Lo que más tememos, la muerte, no existe
Soy tan joven como un tallo de hierba y tan vieja como la eternidad. Nací y vivo en Montreal. Estoy casada desde hace 37 años con un cura anglicano. Nuestros hijos son los niños con discapacidad a los que damos apoyo a través de distintas organizaciones. Soy judía ortodoxa
La misión de Marylin
Fue directora de educación especial en el departamento de psiquiatría del hospital de Niños de Montreal, disciplina que imparte en la Universidad Vanier. Dirige con su marido, sacerdote anglicano, el Instituto International de Ciencias Humanas Integrales, donde lleva 36 años organizando con el apoyo de la ONU (departamento de información pública) congresos sobre la evolución de la conciencia que reúnen a científicos y místicos. Cada año acude a África, donde colabora con oenegés que se ocupan de niños con minusvalías. Se la conoce por sus dotes de videncia y comunicación con los espíritus. Este fin de semana imparte unas jornadas sobre vida después de la vida en el hotel Barceló Sants.
La gente debe saber que lo que más teme, la muerte, no existe, sólo es un cambio.
Eso es una cuestión de fe.
No para mí. Vivimos en un universo multidimensional. Hay diferentes planos de existencia con los que convivimos y yo puedo verlos.
¿Espíritus?
Sí. Nosotros somos espíritus encarnados, y cuando morimos perdemos el cuerpo, volvemos a lo que somos: energías más sutiles.
¿Hay aquí espíritus con nosotras?
Sí, siempre hay, de la misma manera que si se asoma a la ventana siempre verá a alguien. No es que los llamemos y hagamos que vengan, es que ya están aquí.
¿Desde cuándo lo sabe?
Pertenezco a una familia judía que fue exterminada en los campos nazis. Mis padres, pobres y analfabetos, jamás me hablaron de ello, pero un día, a mis seis años, mientras comíamos, empecé a describir a todos los parientes muertos que estaban allí con nosotros y que sólo yo podía ver.
¿Qué hicieron sus padres?
Me llevaron a un rabino: “Cuidadla bien -les dijo-, tiene un don”. A los 14 años tuve la visión de que una amiga moriría en una fecha concreta y se lo dije a mucha gente. Al cumplirse la profecía empezaron a tenerme miedo, fue entonces cuando me di cuenta de que no todo el mundo veía a los espíritus.
¿Sólo los escogidos pueden verlos?
Todos podemos percibirlos, especialmente de niños, cuando no tenemos prejuicios al respecto y cuando el miedo, no tanto a ellos como al qué dirán, no bloquea la comunicación.
Hábleme de ellos.
Venimos a la Tierra con guías espirituales que están con nosotros toda la vida, nos ayudan a comprender, a evolucionar. Y cuando morimos nos ayudan a abandonar el cuerpo y entrar en el mundo espiritual.
…
Pero antes de marcharnos permanecemos un tiempo en la Tierra porque queremos hacer saber a los seres queridos que estamos vivos. Y normalmente todos nos quedamos a ver nuestro funeral.
El último acto.
Es entonces cuando las personas sensibles perciben acontecimientos especiales que tienen que ver con esa persona fallecida: aquella canción, una voz en el oído, un sueño, pasos, ruidos, golpes, inspiraciones…
Todos solemos tener historias que contar al respecto.
Así es, pero las evitamos. En lugar de eso podemos aceptar que todos somos espíritus y que cuando muramos seguiremos siendo espíritus. Podemos aprender a experimentar el mundo espiritual y a sentir su influencia. ¿De dónde cree que vienen las intuiciones o las ideas revolucionarias?
De la experiencia personal o de captar y procesar la experiencia colectiva.
Si acepta que la muerte es sólo un cambio de estado, será mucho más feliz, y eso es lo que nuestros seres queridos intentan transmitirnos antes de retirarse a un lugar de descanso. La paz vendrá cuando la gente perciba, sienta y toque ese mundo espiritual.
¿Sabe cómo es ese lugar?
Sí, es un lugar muy activo en el que seguimos aprendiendo y evolucionando, y si es necesario volvemos a encarnarnos porque todos venimos con una misión que cumplir en la que podemos invertir varias vidas.
Si lo recordáramos sería más fácil.
Cada vez hay más gente que recuerda. Piense en las habilidades que tenía de pequeña, sus dones, eso le dará una idea de su misión. Pero en este momento una de las misiones más comunes es traer la paz.
¿Hay espíritus que mienten?
Sí, son almas perdidas. A las personas debilitadas por las adicciones esas almas se les adhieren. Lo semejante atrae a lo semejante.
Una ley universal y muy terrenal.
La gente que mata y destruye tendrá que enfrentarse a ello. Se queda cerca de la Tierra para ayudar y enmendar ese error.
Y dicen que elegimos dónde nacer.
Sí, en qué comunidad, qué padres. Y cada uno de nosotros tenemos lo que necesitamos para transitar por esta vida, y esos guías que nos ayudan, unos a comprender las cosas, otros a sanarnos.
¿Y por qué nos sentimos tan solos?
Nunca estamos solos, nadie nace solo, nadie muere solo.
¿Pues por qué no son más claros?
Es una vibración diferente, pero cada vez hay más gente que desde diversas disciplinas se acerca a ella, incluida la ciencia. Estamos en una encrucijada en la evolución de la conciencia, y eso significa cambio. Es un momento muy emocionante.
¿Qué es morir bien?
Lo mismo que vivir bien: no tener miedo a la muerte. No aferrarse. Todos venimos con un número de alientos contados, pero hay que entender que la vida es eterna y que cuando morimos nos reencontramos con todos nuestros seres queridos.
Todo lo que usted cuenta es muy naif.
Y muy real. Por desgracia lo negamos, y eso nos hace vivir fatal. Yo he trabajado con la madre Teresa, he sido reconocida por Juan Pablo II y recibida por el Dalái Lama. Todos han reconocido mi trabajo con los niños con minusvalías, pero sabían mi faceta de médium y nunca se la tomaron a broma.
Usted se lucra con este mensaje.
Yo lo cedo todo a las cinco organizaciones que atienden a niños con discapacidad física y mental con las que colaboro.
Fuente: www.lavanguardia.com