Cuento: “El cuerpo y el alma”
El cuerpo y el alma
El Emperador Antonino le dijo a Rabí Iehuda Hanasi:
“Tanto el cuerpo como el alma se pueden liberar del Juicio Final. ¿De qué forma? El cuerpo puede alegar y decir: el alma es la que cometió las transgresiones, y la prueba es que desde el día en que ha abandonado a mi cuerpo estoy echado como una piedra sin movimiento, no pudiendo realizar ninguna de las transgresiones que antes cometía. El alma puede venir y decir: el cuerpo es el que ha cometido transgresiones, ya que desde el día en que me separé de él, vuelo en el aire libre como un pájaro, y no puedo hacer ninguna cosa mala tal como lo hacía antes”.
Le contestó Rabí Iehuda Hanasi al Emperador:
“Esto se puede comparar con la siguiente fábula. Un rey de carne y hueso tenía un bello jardín, y en su interior crecían higos muy apetitosos y para cuidarlos colocó a dos guardianes: uno cojo y el otro ciego. Le dijo el cojo al ciego: Yo veo unos higos muy apetitosos en el jardín. Ve y móntame sobre tus hombros, después yo los cortaré y juntos nos los comeremos.
Al cabo de unos días, llegó el dueño del jardín y les dijo: ¿Dónde están estos apetitosos higos?
Dijo el cojo: ¿Es que acaso tengo yo piernas para acercarme a ellos? Le dijo entonces el ciego: ¿Es que acaso tengo yo ojo para verlos? ¿Qué hizo el rey? Montó al cojo sobre el ciego y los juzgo cual si fueran un solo individuo”.
De aquí el “Santo Bendito Sea su nombre, toma al alma y la coloca sobre el cuerpo y juzga a ambos como a un solo ser”.