A contracorriente

¿Cuantas veces no os habéis encontrado, en el trabajo, en el amor, con la familia ,en el círculo de amigos, incluso o más en el sexo, nadando a contracorriente?

Nadando a contracorriente en un rápido y boqueando, porque os falta el aire de tanto esfuerzo, intentando cerrar la boca para tragar la menor agua posible y respirar al mismo tiempo; moviendo, como locos bailarines de hip-hop, brazos, piernas y cabeza para lograr manteneros a flote y no morir en el intento.

“NADAR y a FLOTE”: esa es la consigna. Es la palabra mágica que llena toda nuestra existencia, día a día, semana a semana, año tras año y quizás toda una vida, si es que antes no tiro la toalla y me dejo arrastrar por la corriente. La corriente de las normas, de los “deberías”, de los “hay que”, de lo que dicen que es correcto, sano, provechoso, competitivo o exitoso. Y, al final, pasar la vida haciendo lo que alguien, vaya usted a saber quien, programó para nosotros, siguiendo la moda del momento, en lugar de estar viviendo la vida que quiero vivir, aquí y ahora.

¿Por qué?, se preguntan algunos que nos miran desde la orilla, sequitos, peinados y servidos. ¿Para qué?, ¿vale la pena? ¿qué hace una chic@ como tú en un sitio como éste? ¡¡¡Véte a casa!!! .

Y, como muy bien dice Susana Tamaro, Mi casa está donde está mi corazón, mi deseo, mi sueño, lo que quiero. Y quizás ésto no sea nadar a contracorriente, sino el verdadero curso de la vida, el hacer natural de todas las cosas (y que a veces olvidamos).